Sobre la
competitividad mercantil china y sus enemigos
Tamer Sarkis Fernández
Asesor para Siria de
DIARIO UNIDAD
La denominada
“producción barata” se ha convertido con rapidez en sobado tópico televisivo y
mediático. Financieros, monopolios comerciales, la Patronal de las PYMES,
periodistas de diverso tinte, ONGs, partidos políticos pequeño-burgueses en
campaña de cosecha entre tenderos... Todos estos especímenes pretenden
pontificar ante los proletarios sub-mileuristas, mostrándoles a quién les está
éticamente permitido comprar o dónde no deberían entrar a hacer uso de su
salario, si es que quieren comportarse como Well Educated Citizens europeos.
Los intereses de clase y sus sermones hacen pasar nada menos que por
“responsabilidad cívica” el comprar por 20 aquello que podemos (y necesitamos)
comprar por 2.
El “honrado
españolito” habría caído víctima de desleales competidores, fríos impagadores
de impuestos, calculísticos reventadores de precios que pueden cometer el abuso
gracias a una sádica orgía productiva previamente celebrada, al empleo de malos
materiales y a la baja calidad de los procesos de trabajo. Una plaga de
hormigas que mal-producen cutrerío..., y “así cualquiera”. Pero la realidad es,
en cambio, que “de todo hay en la viña del Señor”, y “barato chino” no suele
significar de mala calidad (o de peor calidad), tal y como demostraré más
adelante recurriendo a un concepto marxista: productividad del trabajo.
Los mensajes
son nada inocentemente emitidos, llevando a prejuzgar los precios bajos como si
estos fueran resultado -sin desdibujar la etiqueta “made in China, mal
producto”- de esclavitud promovida por capitalistas fuera de control (el
Oriental, el salvaje, el Peligro Amarillo, el no-demócrata, el incivilizado
todavía, el chino rojo, el viet...). Pero la resolución al enigma de la
baratura extraordinaria alcanzada por las exportaciones chinas, estriba más
bien en la brutal emisión estatal de moneda y puesta en circulación de yuanes
(políticas monetaristas, o devaluadoras). A esto hay que sumar la impresionante
productividad del trabajo en China.
Y digo,
entiéndase, productividad del trabajo; NO Tasa de explotación. Ambos
conceptos son, de hecho, antitéticos. Productividad del trabajo es la relación
entre cantidad de trabajo humano invertido, y Valor obtenido. Tasa de
explotación es, por el contrario, la relación entre Valor de sustento
para la Fuerza de Trabajo, y Valor total producido por esa Fuerza de
Trabajo. Los avances científico-técnicos en China han desarrollado innovadora
tecnología tanto como inéditas formas de organizar los procesos laborales y de
correlacionar a estos. Todo ello ha ido aplicándose al tejido industrial nacional
chino (sea empresarial o estatal), lo que significa que, a una misma cuantía de
energía laboral humana aplicada, el rendimiento productivo es mayor. Se
advertirá que esto no significa tendencia a estar más explotado, sino lo
opuesto (matemáticamente), ya que la obtención de una misma cantidad de Valor
exige una menor extracción de Valor de FT y por tanto un menor “gasto” de la
misma.
El desarrollo
de la productividad laboral baja los precios de las mercancías, porque a X
empleo de “Valor trabajo” (a X consumo de trabajo humano) hay más producto. De
esta manera, se puede rebajar el precio mercantil y aún se gana mucho, pues
mucho más aún se ha rebajado el gasto energético laboral para determinado
monto de mercancía resultante.
Al revés que
con este explicado concepto de productividad del trabajo, la llamada por
Marx intensidad del trabajo aumenta el valor producido por unidad de
tiempo, por medio de intensificar el trabajo extraído al proletario en una
determinada unidad de tiempo. De este modo último, el “Valor trabajo” se
exprime no extensivamente (aumentando el tiempo de extracción), sino
intensivamente (se trabaja más cuantitativamente en un mismo lapso de tiempo).
La “crítica” a
China vertida por el Hegemonismo y sus vasallos confunde deliberadamente los
conceptos de Productividad del trabajo
e Intensidad del trabajo, a fin de estigmatizar a China entre el
Pueblo y el proletariado “occidentales”, cuando, a mayor productividad, >TRABAJO
x = PRODUCTO (menos trabajo por producto).
Pero, ¿por qué
están los Fondos de inversiones “occidentales” (principalmente
estadounidenses), tanto como las entidades financieras, tan interesados todos
en sostener la producción de esta imagen?. Recordemos que Fondos y finanzas son
los comunes propietarios máximos de los mercados de acciones tanto en el
terreno de los monopolios textiles “occidentales” como en el terreno de los
monopolios mediáticos y de las Agencias de Prensa. Esta dualidad manifestada
por los inversionistas y por las finanzas nos confronta a cinismo, pues aquellos
mismos hiper-explotadores que arman su propio tejido empresarial monopolista
textil y del calzado (Nike, Adidas, Mango, Zara, Desigual,
Tommy Hilfiger...) en países-taller y en la misma China, son quienes
inventan y pregonan la siniestra asociación semántica “Producción nacional
china-Barato-Hiper-explotación”, tal y como si se tratara de un programa de
orwelliana neo-lengua.
Para estos
negreros-denunciadores, la cuestión primordial, desengañémonos por una vez, no
es “dónde” (al fin y al cabo ellos invierten también en desplegar producción al
interior de China), sino “quién” (la competencia china en proceso de
arrebatarles sus tradicionales mercados). Sin embargo, parece que la cuestión
“dónde” importa también mucho a estos elementos monopolistas, quienes
curiosamente personifican en sí mismos la cuestión “quién”. Trataré de
explicarme:
Las maquilas
existentes en los Estados Unidos no son expuestas por prensa, o bien se dice
que son underground (un residuo perdido en la inmensa profundidad de la
economía sumergida). Pero, de hecho, los monopolios estadounidenses están
cerrando sus maquilas en México y localizando ese Capital dentro de los Estados
Unidos, porque trasladar allí la producción es incluso más barato que
mantenerla dentro de territorio mexicano. Así pues, no estamos ante un asunto
desfocalizado respecto del punto de mira estatal, sino que, al contrario, se
trata de pura política de Estado: es imposible que todo ese Capital e
inversiones sea movido sin involucrar al Estado mismo.
A pesar de la
fachada de filantropía, la cuestión principal subyacente al fenómeno es el impasse
chino: China poseerá el PIB más elevado del Mundo para alrededor de 2016, y
bastará unas décadas para que China e India posean conjuntamente entorno a la
mitad del PIB mundial. Por supuesto, tal proceso está levantando pánico en esos
mismos Estados, instituciones y monopolios enemigos de China pero que se hallan
asentados produciendo en China. La producción nacional china no está empleando
masivamente Dagon-Mei (Fuerza de Trabajo hiper-explotada o
hiper-empleada en extensas jornadas o multi-empleada), contrariamente a lo
que ellos, imperialistas operantes en suelo chino, sí hacen.
A su vez, y
aunque se trata de una muy dura realidad, la realidad Dagon-Mei no es
acorde a la propaganda que identifica dicho concepto tout court con mujeres esclavas durmiendo sobre el suelo
de la fábrica por un cuenco de arroz (fenómeno, este último, por otro lado
también existente en China, aunque lejos de alcanzar las dimensiones
atribuidas). Esta confrontación entre realidad y mera propaganda anti-china, en
absoluto exculpa al Estado chino de ser también responsable (indirecto) de este
fenómeno, en la medida en que dicho Estado toma parte (tributación sobre los monopolios)
y deja hacer.
En cualquier
caso, el fenómeno está también lejos de ser una “cuestión de opresión de
género”, a pesar de los montajes conceptuales sensacionalistas entretenidos en
definir Dagon-Mei como “mujer esclava”, haciendo carnaza del estereotipo
del “déspota Oriental con las mujeres” y ocultando que el hiper-empleo chino
afecta a ambos sexos.
Tampoco el
fenómeno es una particularidad china, aunque la palabra sí lo sea. La
explotación capitalista no fue creada históricamente en China.
A su vez, y
hablando ya no centralmente de China, los precios finales baratos tienen más
que ver con la dependencia (cadena impuesta por el imperialismo) que con los
países dependientes en sí. Los precios guardan relación fundamental con los
mercados imperialistas de cambio monetario y con los mercados de valores
(manejados en New York), así como con la especulación bursátil sobre alimentos
(manejada en Chicago).
A estos
factores hay que sumar la desigualdad en el valor de los intercambios
comerciales motivada por una división internacional del trabajo, diseñada desde
las Potencias, que preserva para el imperialismo la propiedad sobre las
mercancías más valorizadas (productos que a menudo incorporan a su propio valor
final, el valor de las materias primas vendidas por los países dependientes).
Finalmente, hay
que tener en cuenta que el principal respaldo al valor monetario de un país es
su propiedad sobre el Valor de un conjunto de capitales, factores de
producción, Fuerzas Productivas, mercancías... Es decir: si se posee
comparativamente poco, la moneda propia vale comparativamente poco, de modo que
las mercancías valoradas por defecto en tal moneda, resultan baratas
para los países importadores (su precio de salida es favorable a la moneda del
importador, pues esta última moneda es “más fuerte”).
Decir que los
precios de las mercancías chinas son consecuencia de un grado diferencial y
cualitativo de explotación sufrida por el proletariado chino in block,
es puro Mito, toxicidad y desconocimiento. Debiéramos pensar, junto con lo
expuesto a través de los párrafos anteriores, en técnicas de organización
racional del trabajo, así como en la nueva tecnología productiva china, que
está siendo exportada nada menos que... ¡a Japón!. Esto ayuda a bajar los
precios. Debiera ser recordado también que el salario medio chino se ha
incrementado más del 60% entre 2008 y este año que ahora acaba. A fin de ganar
hoy el salario medio real español en los setenta, un trabajador debería cobrar
en España una media de 1.950 euros. Cuando España es un país donde el salario
más común está entorno a los 970 euros.
Estoy seguro de
no correr a plegarme al slogan “No compren chino”. Yo no percibo al
“Peligro rojo-amarillo” como un peligro para mí ni para el Pueblo, sino para
otros. No se puede culpar al Estado chino de promover la instalación de pequeña
empresa en el exterior a base de avales y de créditos baratos, devoluciones
ventajosas, etc. No es tal competencia la que en el fondo compromete a la
pequeña empresa española, sino el propio Estado Español: opresivo con ella,
mecenas de las finanzas, de dentro y de fuera, a expensas de la pequeña empresa
y de todo el Pueblo.
“No compren
chino” es un slogan vertido precisamente por quienes están procediendo a
la “chinización” laboral del Mundo entero (al que quisieran dividir entre
países-taller y países vasallos de pura extorsión), a fin de evitar su
vertiginosa caída de competitividad. Y son sus periodistas mercenarios y sus
economistas a sueldo quienes sin pudor pronuncian “chinización”, término
racista para referirse a las condiciones que aquí y allá imprime su declinante
Amo, el Hegemonismo.